sábado, 18 de noviembre de 2006

Estados de ánimo del pueblo


No hay lenguaje sin la dimensión performativa de la promesa” (Derrida)


Si pudiéramos analizar cuál de todas las últimas puestas terroristas o subversivas ( y sus múltiples cruces) es la que amenaza con mayor fuerza a nuestro sistema- el neoliberal- de una u otra manera llegaríamos a la conclusión de que ya no se trata de una organización proletaria, un contrapeso civilizatorio y menos una invasión extraterrestre. Si existe aún el pueblo ¿Cuál es su estado de ánimo? Y, más allá, luego de las transformaciones estructurales de las últimas dos décadas ¿De qué hablamos cuando hablamos de pueblo?
Una de las maneras más evidentes en que el proletariado moderno, el grado organizacional más alto del pueblo, lograba su avance- como contrapoder- era a través del dominio parcial de sus tiempos de producción que logró su grado más alto en el período fordista. En esto se sumaron muchas variables; entre ellas la ausencia de un pensamiento único y ausencia también de mecanismos alienantes con un componente libertario. Eso se logra tras la revolución neoliberal, en la que el trabajo se vuelve contra el trabajador y le impide manejar sus tiempos productivos (toyotismo), se le impide una opción política (ataque al sindicalismo y pérdida de diferencias entre derecha e izquierda) y finalmente se lo aliena a través de un discurso sensual (imperio de la imagen, mercado y libertad sexual). Así, bajo un pensamiento único ("o están conmigo o contra mí", dijo Bush), los peores miedos de la ciencia ficción respecto al comunismo (1984, Rebelión en la Granja, Fahrenheit) resultan casi totalmente lineales a un estado de alienación avanzada como el actual. Las revueltas sociales actuales no logran alterar el intercambio productivo entre regiones/naciones por lo que las nuevas guerrillas y subversiones se manejan en códigos más semiológicos que resolutivos, tangibles (o lo que Marx entendía como Praxis) manejándose muchas de las lógicas de descontento bajo códigos de tipo "autómata".
La dimensión performativa en la que la subversión anti-liberal del XIX y parte del XX se validó a sí misma hoy está capturada por el Mercado, quien administra tal nostalgia como un medium catártico. Para volver a hablar de 1984, los "minutos de odio" permiten canalizar el descontento de la mayoría de los pueblos contra este sistema hacia mecanismos de resguardo del Capital. Por otra parte, ya es sabido como el Capital "deconstruye" el malestar del intelectual, líder o genio de clase media y es sabido también que las tentaciones que ofrece son altamente estimulantes en el plano sensual.
Los estados de ánimo, que oscilan entre el malestar atemorizante y la incerteza.